jueves, 11 de agosto de 2011

martes, 14 de junio de 2011

Primero sola para poder estar acompañada

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La seguridad de una mujer está en ella misma. Punto. La unión hombre-mujer tendría que ser una experiencia en la que ambos comparten su vida, aprenden uno del otro, crecen juntos. No necesitamos un segundo padre, porque ya no somos unas niñas que precisan protección y cuidado. Somos mujeres totalmente capaces de ver por nosotras mismas.

Muchas veces nos conformamos a seguir en una relación destructiva simplemente porque tenemos miedo a estar solas. Creemos que el rol del hombre en la relación es cuidarnos, protegernos y a veces hasta mantenernos. Nos olvidamos de lo fuertes que somos, de que podemos cuidarnos y cuidar a otros. La mujer, por el simple hecho de que puede crear vida, tiene la capacidad de proteger y de protegerse. Es parte de nuestra naturaleza. Entonces, qué seguridad es esa que buscamos en un hombre? Puede ser que encontremos una pareja que nos haga sentir seguras, estables, pero eso es temporal. Si por alguna razón mañana tenemos que separarnos, qué va a pasar con nuestra seguridad? Se va con ese hombre? 

Algunas personas que leyeron mi anterior post “Porqué sufre una mujer” lo interpretaron como un texto que trataba acerca del machismo. Y no me sorprendió que tomaran a ese como el tema central (aunque no lo era) sino que muchas de ellas entendieron (o malentendieron) que yo estaba culpando del machismo a la mujer al decir que Tenemos que pasar de ser “víctimas” a ser “responsables”. Pero responsabilizarse no implica culpabilizarse. La verdad es que no creo en la culpa ni creo que buscar culpables sea una solución a ese problema.

Cuando hablo de “responsabilizarnos” me refiero a que debemos entender el poder que tenemos sobre nuestras vidas. Nosotras atraemos al tipo de hombre que nos va a enseñar lo que tenemos que aprender, ni más ni menos. También elegimos estar en una relación destructiva, o no. Y si no están de acuerdo entonces díganme por favor quién elige por nosotras. Si la respuesta que están pensando fuera “un hombre”, pregúntense, quién le dio el poder a ese hombre de elegir por nosotras? 

Ahora, si estamos conscientes del poder que tenemos de escoger lo que vamos a vivir y lo que no, si actuamos con consciencia, entonces nuestras elecciones serán más sanas y estaremos también más atentas para cambiar esos hábitos machistas que tenemos. A veces ni siquiera nos damos cuenta de que los tenemos porque los aprendimos de lo que vimos desde niñas con el ejemplo de nuestros padres, abuelos, etc. Y aclaro, no estoy culpando ni a nuestros padres ni a nuestros abuelos ni a nadie. Ellos nos enseñaron lo que creyeron que era mejor para nosotros, así como se lo enseñaron a ellos. Pero las normas sociales que se aplicaron en el pasado ya no necesariamente se aplican en el presente, seguimos evolucionando, o al menos eso intentamos.

Así que dejemos de preocuparnos por quién tiene la culpa, dejemos de planear luchas o peleas contra el patriarcado. El hombre va a cambiar cuando cambiemos nosotras, cuando nos queramos, nos valoremos, nos aceptemos y exijamos el lugar que merecemos. Si vamos a luchar por algo que sea por reforzar la autoestima de la mujer, empezando cada una por conquistarse a sí misma. Y eso no se logra si no nos damos el tiempo para estar solas y conocernos. 

lunes, 6 de junio de 2011

Porqué sufre una mujer

Decimos que los hombres nos hacen daño, pero quién formó a esos hombres sino nosotras las mujeres, las madres, abuelas, profesoras? Y qué esperamos de un hombre, qué respeto podemos pedirle si nosotras mismas no nos respetamos? Si con nuestros actos les damos a entender que pueden tratarnos como quieran porque con tal de tener su aceptación nos conformamos con lo que ellos estén dispuestos a darnos, incluso cuando nos hace daño. Si nos metemos con hombres casados o que tienen novias, si nos golpean y seguimos en esa relación, si nos hacemos dependientes de su dinero y permitimos que nos digan cómo debemos vivir, qué respeto les podemos exigir?

La sociedad actual es corrupta porque la mujer, que es quien educa al ser humano, se corrompe a sí misma. La corrupción significa vender nuestra integridad por un beneficio temporal. Y nosotras nos vendemos porque creemos que nuestra seguridad y felicidad la vamos a encontrar en un hombre en lugar de darnos cuenta de que todo eso está en nosotras mismas. Mientras busquemos apreciación y aprobación viviremos como mendigas y seguiremos aceptando cualquier relación aunque ésta sea destructiva.

Ningun hombre nos hace daño, nos lo hacemos nosotras mismas. Los hombres no son malos, somos nosotras las que atraemos esas relaciones que muchas veces no son sanas, porque necesitamos aprender de esas situaciones. Y mientras no aprendamos la lección las seguiremos atrayendo. Para terminar con ese patrón las mujeres necesitamos entender nuestros miedos, ira, resentimientos. Solamente así logramos dejar de actuar por la emoción y pasamos a actuar desde la intuición. Porque en el fondo nosotras sabemos cuando una relación va a ser destructiva pero no hacemos caso a la intuición porque andamos mendigando cariño.

Tenemos que pasar de ser “víctimas” a ser “responsables” y eso requiere que estemos conscientes de que lo que nos hace infelices no es un hombre sino nuestra inseguridad. Cuando estemos concientes de que somos seres increíblemente poderosas, de todas nuestras capacidades y nuestra fuerza, cuando nos aceptemos como somos y dejemos de disfrazarnos para que un hombre nos quiera, entonces podremos actuar diferente y dejaremos de lastimarnos. Y cuando nos unamos y dejemos de excluir y de competir con otras mujeres, entonces podremos lograr cambios significativos no sólo en nuestra vida sino también en la sociedad.

miércoles, 1 de junio de 2011

Juguemos

Llevaba tres días sentada en la misma banca. Esperaba a que la sacaran a jugar con lo que más le gustaba, las palabras. No pedía demasiado. Sabía que si jugaba con ellas por una hora sería suficiente para sentarse tranquila y esperar hasta la siguiente vez. Le habían prometido dedicarle una hora para jugar, una sola hora. Pero siempre había algo más importante. Trabajo, responsabilidades, compromisos. Siempre había algo más importante que darle una hora. Y ella seguía esperando, ansiosa pero paciente. A ratos dormía, a ratos cantaba, a ratos sólo contemplaba las flores de jacarandá en el piso. A ratos pensaba en todo lo que haría con las palabras. Esperaba. Imaginaba cómo las uniría, planeaba cuáles exactamente escogería. Se agotaba. Se debilitaba. Estaba muriendo. Poco a poco la idea moría porque no podía jugar con las palabras. 

miércoles, 25 de mayo de 2011

Espera, esto era cosa de una sola noche!

Dormir con alguien. Sentir los brazos de ese alguien, sentir que quiere protegerte, que te pasa su calor, abrir los ojos y no estar solo sino ver a esa persona a tu lado. Escucharla respirar en tu oído, poner tu mano en su pecho, sentir su corazón latir. 

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Dormir con alguien. Que no te abrace, que se dé la vuelta, que se despierte y se vaya. Cuando no quieres escucharlo respirar en tu oído ni escuchar su corazón latir sino solamente despertarte e irte. Cuando la pareja se permite encontrar los defectos del cuerpo, la belleza del cuerpo, con el único fin de "quitarse las ganas". 


A veces necesitamos probarlo para saber que no nos gusta, o tal vez sí nos guste, quién sabe. Juzgarlo no tiene sentido. Juzgar a alguien porque le guste o no, juzgarnos a nosotros mismos porque nos guste o no. No tiene sentido. Lo que sí tiene sentido es entender porqué lo hacemos. Es para llenar un vacío? Es para evitar que nos lastimen? O es porque de verdad nos gusta? Eso sólo lo sabe cada uno y sea cual sea la respuesta no nos hace ni mejores ni peores personas. Simplemente nos ayuda a conocernos para poder estar seguros de lo que nos beneficia y lo que no.


Tal vez lo que nos pasa es que tenemos miedo a que ese “compartir cuerpos” luego se convierta también en compartir almas, sentimientos, pensamientos, ideales. Tal vez por esa barrera que nos ponemos para que la gente se acerque mucho y así evitarnos el daño posterior. 

Y capaz nos compartimos con muchos para que el corazón llegue al punto en que ya no siente, ya no es lastimado porque ya ha construído su barrera. Esa situación en la que no se compromete nada, sólo se pasa el rato.



domingo, 22 de mayo de 2011

No se trata de ser rebeldes. Se trata de ser concientes.

Nuestra mente está entrenada para sufrir.

Desde niños estamos expuestos a todo tipo de mensajes que se generan por todo lo que vemos, olemos, oímos, sentimos, probamos. Muchos de esos mensajes se guardan en nuestra mente e incluso en nuestro subconciente y así, sin que nos demos cuenta, se va formando nuestro carácter, nuestra personalidad y la forma en que vemos el mundo.

Crecemos con la idea de que tenemos que ir a la escuela, colegio, universidad, estudiar las distintas ciencias, casarnos, tener hijos, trabajar. Y vivimos con respecto a esas ideas, casi de forma automática, como si estuviéramos entrenados para eso. Pocas veces nos preguntamos… por qué?

Y no se trata de decir “ahora mis hijos no irán a la escuela” o “no voy a casarme ni a tener hijos porque eso es lo que dice la sociedad que tengo que hacer”. No se trata de ser rebeldes. Se trata de ser concientes.

Si alguien nos miente actuamos automáticamente, de acuerdo a cómo nuestra mente está entrenada. Nos mintieron, nos sentimos mal, dejamos de hablar con esa persona, nos resentimos, ahora desconfiamos de todos. Sufrimos.

Eso es reaccionar.

Cuando no nos cuestionamos nos limitamos. No tenemos más opción que reaccionar de la forma en que nuestra mente está entrenada para reaccionar.

En algún punto le dijimos a la mente “esto se debe hacer y esto no” porque aprendimos que hay ciertas cosas que están bien y otras que están mal. Pero bien o mal, para quién? Por qué?

Se supone que está mal (para muchos, no para todos obviamente) tener sexo con alguien que no es tu novio, novia, esposo o esposa. Pero, por qué está mal? En qué les afecta a los demás que yo tenga sexo con alguien sin que tengamos una relación “amorosa”? Y aunque digamos que no nos parece mal, muchas veces tendemos a juzgar a las personas que sí lo hacen. Peor aún cuando lo hacemos nosotros, es casi como habernos traicionado porque nuestra mente dice “eso está mal, eso no se debe hacer y yo lo hice!”. Entonces vienen la culpa, el remordimiento, el sufrimiento.


Pero si vamos más allá de simplemente pensar en lo que está bien y lo que está mal, si dejamos de culparnos y castigarnos para más bien cuestionarnos porqué hacemos una u otra cosa, nos va a ser más fácil entendernos, aceptarnos. Cuando te entiendes dejas de sufrir porque aceptas que elegiste vivir esa situación para aprender algo y entonces puedes decidir no volver a pasar por algo similar. 

Historias del fin del mundo

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En su soledad se alimentaban de ira, miedo y culpa.

Los que se alimentaban de miedo generaban el abono para las tierras donde sembraban sus éxitos. Alucinaban obstáculos que dificultaban sus movimientos hasta que finalmente quedaban paralizados.  

Los que se alimentaban de culpa tenían los ojos hinchados como consecuencia de las alergias que les ocasionaba el papel de las libretas en las que llevaban el registro de traiciones, mentiras e insultos. 

Los que se alimentaban de ira no avanzaban a digerirla por lo que ésta salía en forma de fuego por sus bocas hasta que el vómito se volvía incontrolable y se autoincineraban.

Pero más que solos estaban ciegos. 

martes, 10 de mayo de 2011

Nosotros elegimos cómo vivir esa vida que nuestra alma eligió.

Muchas veces me han preguntado si creo en el destino.

Yo creo que antes de venir a este mundo físico ya elegimos cuál iba a ser nuestra vida. Eso incluye a nuestra familia, país, personalidad, físico, las personas a las que conocemos, las situaciones que vivimos. Todo depende de las lecciones que tengamos que aprender en esta vida.

Sin embargo, a pesar de que ya elegimos todo eso, durante nuestra vida también podemos elegir no pasar por ciertas situaciones o al menos minimizar el impacto de eso que nos tocaba vivir. Por ejemplo: han visto que comúnmente decimos “yo no se porqué pero siempre termino enamorándome de hombres que me traicionan”. Bueno, supongo que eso será porque tenemos que aprender a lidiar con la traición, el perdón, etcétera (sólo uno mismo puede saber qué es lo que tiene que aprender de esa situación). Mientras no aprendamos a lidiar con eso nos seguiremos encontrando con gente que nos traicione. Pero, qué pasa si aprendemos la lección a la segunda vez que nos traicionan y no a la quinta? Para qué tendríamos que pasar por una tercera traición si a la segunda ya aprendimos lo que teníamos que aprender?

Ahora bien, tampoco se trata de una fórmula mágica para evitar las traiciones u otro tipo de sufrimiento porque no vinimos a aprender UNA sola cosa, habrán seguramente muchísimas más. El punto es que nuestra vida está en nuestras manos, tenemos la opción de vivir o no una u otra situación. Pero siempre es más fácil quedarnos con esa primera elección que hicimos antes de venir a este cuerpo porque el otro camino implica tener mucha claridad sobre nuestras acciones, admitir que somos responsables por todo lo que vivimos dejando así de culpar a otros por lo que nos pasa, y reconocer el poder que tenemos sobre nosotros mismos.

Les doy un ejemplo: digamos que su novio o novia los traiciona con otra persona. Nuestra reacción es caer en el dolor, el sufrimiento, la ira, el resentimiento y en la mayoría de casos nos dura años. Eso es lo más fácil, reaccionar. Lo difícil es entender que nosotros elegimos vivir eso, la otra persona no es más que la herramienta necesaria para que nosotros aprendamos la lección. Lo difícil es encontrar esa lección, aprenderla y dejarlo pasar sin guardar emociones negativas.

Y la lección no es el típico “no vuelvo a confiar en nadie”. Yo no puedo decirles qué es lo que tienen que aprender de lo que viven, eso sólo ustedes lo pueden saber pero para eso tenemos que dejar de reaccionar.

No me mal interpreten, reaccionar no está mal. Tenemos que entender que nuestra mente ha sido entrenada para eso. Pero al igual que se la entrenó para reaccionar también se la puede entrenar para dejar de hacerlo. 


Nuestra alma eligió dónde, cómo, en qué situación nacemos. Nosotros elegimos cómo vivir esa vida que nuestra alma eligió.