martes, 14 de junio de 2011

Primero sola para poder estar acompañada

www.banksy.co.uk/
La seguridad de una mujer está en ella misma. Punto. La unión hombre-mujer tendría que ser una experiencia en la que ambos comparten su vida, aprenden uno del otro, crecen juntos. No necesitamos un segundo padre, porque ya no somos unas niñas que precisan protección y cuidado. Somos mujeres totalmente capaces de ver por nosotras mismas.

Muchas veces nos conformamos a seguir en una relación destructiva simplemente porque tenemos miedo a estar solas. Creemos que el rol del hombre en la relación es cuidarnos, protegernos y a veces hasta mantenernos. Nos olvidamos de lo fuertes que somos, de que podemos cuidarnos y cuidar a otros. La mujer, por el simple hecho de que puede crear vida, tiene la capacidad de proteger y de protegerse. Es parte de nuestra naturaleza. Entonces, qué seguridad es esa que buscamos en un hombre? Puede ser que encontremos una pareja que nos haga sentir seguras, estables, pero eso es temporal. Si por alguna razón mañana tenemos que separarnos, qué va a pasar con nuestra seguridad? Se va con ese hombre? 

Algunas personas que leyeron mi anterior post “Porqué sufre una mujer” lo interpretaron como un texto que trataba acerca del machismo. Y no me sorprendió que tomaran a ese como el tema central (aunque no lo era) sino que muchas de ellas entendieron (o malentendieron) que yo estaba culpando del machismo a la mujer al decir que Tenemos que pasar de ser “víctimas” a ser “responsables”. Pero responsabilizarse no implica culpabilizarse. La verdad es que no creo en la culpa ni creo que buscar culpables sea una solución a ese problema.

Cuando hablo de “responsabilizarnos” me refiero a que debemos entender el poder que tenemos sobre nuestras vidas. Nosotras atraemos al tipo de hombre que nos va a enseñar lo que tenemos que aprender, ni más ni menos. También elegimos estar en una relación destructiva, o no. Y si no están de acuerdo entonces díganme por favor quién elige por nosotras. Si la respuesta que están pensando fuera “un hombre”, pregúntense, quién le dio el poder a ese hombre de elegir por nosotras? 

Ahora, si estamos conscientes del poder que tenemos de escoger lo que vamos a vivir y lo que no, si actuamos con consciencia, entonces nuestras elecciones serán más sanas y estaremos también más atentas para cambiar esos hábitos machistas que tenemos. A veces ni siquiera nos damos cuenta de que los tenemos porque los aprendimos de lo que vimos desde niñas con el ejemplo de nuestros padres, abuelos, etc. Y aclaro, no estoy culpando ni a nuestros padres ni a nuestros abuelos ni a nadie. Ellos nos enseñaron lo que creyeron que era mejor para nosotros, así como se lo enseñaron a ellos. Pero las normas sociales que se aplicaron en el pasado ya no necesariamente se aplican en el presente, seguimos evolucionando, o al menos eso intentamos.

Así que dejemos de preocuparnos por quién tiene la culpa, dejemos de planear luchas o peleas contra el patriarcado. El hombre va a cambiar cuando cambiemos nosotras, cuando nos queramos, nos valoremos, nos aceptemos y exijamos el lugar que merecemos. Si vamos a luchar por algo que sea por reforzar la autoestima de la mujer, empezando cada una por conquistarse a sí misma. Y eso no se logra si no nos damos el tiempo para estar solas y conocernos. 

lunes, 6 de junio de 2011

Porqué sufre una mujer

Decimos que los hombres nos hacen daño, pero quién formó a esos hombres sino nosotras las mujeres, las madres, abuelas, profesoras? Y qué esperamos de un hombre, qué respeto podemos pedirle si nosotras mismas no nos respetamos? Si con nuestros actos les damos a entender que pueden tratarnos como quieran porque con tal de tener su aceptación nos conformamos con lo que ellos estén dispuestos a darnos, incluso cuando nos hace daño. Si nos metemos con hombres casados o que tienen novias, si nos golpean y seguimos en esa relación, si nos hacemos dependientes de su dinero y permitimos que nos digan cómo debemos vivir, qué respeto les podemos exigir?

La sociedad actual es corrupta porque la mujer, que es quien educa al ser humano, se corrompe a sí misma. La corrupción significa vender nuestra integridad por un beneficio temporal. Y nosotras nos vendemos porque creemos que nuestra seguridad y felicidad la vamos a encontrar en un hombre en lugar de darnos cuenta de que todo eso está en nosotras mismas. Mientras busquemos apreciación y aprobación viviremos como mendigas y seguiremos aceptando cualquier relación aunque ésta sea destructiva.

Ningun hombre nos hace daño, nos lo hacemos nosotras mismas. Los hombres no son malos, somos nosotras las que atraemos esas relaciones que muchas veces no son sanas, porque necesitamos aprender de esas situaciones. Y mientras no aprendamos la lección las seguiremos atrayendo. Para terminar con ese patrón las mujeres necesitamos entender nuestros miedos, ira, resentimientos. Solamente así logramos dejar de actuar por la emoción y pasamos a actuar desde la intuición. Porque en el fondo nosotras sabemos cuando una relación va a ser destructiva pero no hacemos caso a la intuición porque andamos mendigando cariño.

Tenemos que pasar de ser “víctimas” a ser “responsables” y eso requiere que estemos conscientes de que lo que nos hace infelices no es un hombre sino nuestra inseguridad. Cuando estemos concientes de que somos seres increíblemente poderosas, de todas nuestras capacidades y nuestra fuerza, cuando nos aceptemos como somos y dejemos de disfrazarnos para que un hombre nos quiera, entonces podremos actuar diferente y dejaremos de lastimarnos. Y cuando nos unamos y dejemos de excluir y de competir con otras mujeres, entonces podremos lograr cambios significativos no sólo en nuestra vida sino también en la sociedad.

miércoles, 1 de junio de 2011

Juguemos

Llevaba tres días sentada en la misma banca. Esperaba a que la sacaran a jugar con lo que más le gustaba, las palabras. No pedía demasiado. Sabía que si jugaba con ellas por una hora sería suficiente para sentarse tranquila y esperar hasta la siguiente vez. Le habían prometido dedicarle una hora para jugar, una sola hora. Pero siempre había algo más importante. Trabajo, responsabilidades, compromisos. Siempre había algo más importante que darle una hora. Y ella seguía esperando, ansiosa pero paciente. A ratos dormía, a ratos cantaba, a ratos sólo contemplaba las flores de jacarandá en el piso. A ratos pensaba en todo lo que haría con las palabras. Esperaba. Imaginaba cómo las uniría, planeaba cuáles exactamente escogería. Se agotaba. Se debilitaba. Estaba muriendo. Poco a poco la idea moría porque no podía jugar con las palabras.