domingo, 22 de mayo de 2011

No se trata de ser rebeldes. Se trata de ser concientes.

Nuestra mente está entrenada para sufrir.

Desde niños estamos expuestos a todo tipo de mensajes que se generan por todo lo que vemos, olemos, oímos, sentimos, probamos. Muchos de esos mensajes se guardan en nuestra mente e incluso en nuestro subconciente y así, sin que nos demos cuenta, se va formando nuestro carácter, nuestra personalidad y la forma en que vemos el mundo.

Crecemos con la idea de que tenemos que ir a la escuela, colegio, universidad, estudiar las distintas ciencias, casarnos, tener hijos, trabajar. Y vivimos con respecto a esas ideas, casi de forma automática, como si estuviéramos entrenados para eso. Pocas veces nos preguntamos… por qué?

Y no se trata de decir “ahora mis hijos no irán a la escuela” o “no voy a casarme ni a tener hijos porque eso es lo que dice la sociedad que tengo que hacer”. No se trata de ser rebeldes. Se trata de ser concientes.

Si alguien nos miente actuamos automáticamente, de acuerdo a cómo nuestra mente está entrenada. Nos mintieron, nos sentimos mal, dejamos de hablar con esa persona, nos resentimos, ahora desconfiamos de todos. Sufrimos.

Eso es reaccionar.

Cuando no nos cuestionamos nos limitamos. No tenemos más opción que reaccionar de la forma en que nuestra mente está entrenada para reaccionar.

En algún punto le dijimos a la mente “esto se debe hacer y esto no” porque aprendimos que hay ciertas cosas que están bien y otras que están mal. Pero bien o mal, para quién? Por qué?

Se supone que está mal (para muchos, no para todos obviamente) tener sexo con alguien que no es tu novio, novia, esposo o esposa. Pero, por qué está mal? En qué les afecta a los demás que yo tenga sexo con alguien sin que tengamos una relación “amorosa”? Y aunque digamos que no nos parece mal, muchas veces tendemos a juzgar a las personas que sí lo hacen. Peor aún cuando lo hacemos nosotros, es casi como habernos traicionado porque nuestra mente dice “eso está mal, eso no se debe hacer y yo lo hice!”. Entonces vienen la culpa, el remordimiento, el sufrimiento.


Pero si vamos más allá de simplemente pensar en lo que está bien y lo que está mal, si dejamos de culparnos y castigarnos para más bien cuestionarnos porqué hacemos una u otra cosa, nos va a ser más fácil entendernos, aceptarnos. Cuando te entiendes dejas de sufrir porque aceptas que elegiste vivir esa situación para aprender algo y entonces puedes decidir no volver a pasar por algo similar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario